Por HERMANN TERTSCH
El País Miércoles,
04.10.95
GUERRA EN LOS BALCANES
No había en 1991 mucho analista dispuesto a augurar más de
algunos meses de paz en Macedonia. Demasiados eran los peligros que acechaban y
acechan a este pequeño país por el que pasa la principal arteria norte-sur de
los Balcanes; demasiados los vecinos (cuatro: Grecia, Bulgaria, Serbia y
Albania) dispuestos a considerar caso de guerra la intervención de cualquiera
de los otros tres; y demasiados los factores de inestabilidad interna como la
división étnica y el nacionalismo rampante de serbios, eslavomacedonios y
albaneses y la miseria. Y todos estaban de acuerdo en que el estallido del
conflicto bélico en Macedonia no sólo hubiera hecho parecer las matanzas de
Bosnia simples reyertas, sino que hubiera arrastrado a todos sus vecinos y a
Turquía a una guerra terrible que hubiera hecho saltar por los aires a la
Alianza Atlántica e incendiado toda la región desde los Alpes al Egeo y al Mar
Negro.
Que esto no haya sucedido hasta ahora se debe en gran medida
a un hombre delgado, de aspecto frágil pero correoso y hábil en la negociación,
consciente de que todo error puede ser el último y arrastraría a la catástrofe
a su pueblo.
Fue luchador antifascista desde su niñez, pero ya un
macedonio identificado con este pueblo cuya existencia niegan sus vecinos
Serbia, Bulgaria y Grecia. Hizo carrera en el aparato comunista titoísta y
llegó como presidente de esta república yugoslava a la demolición del Estado
federal.
Partidario de la fórmula de la confederación propuesta por
Croacia y Eslovenia para evitar en el último momento la guerra, intentó
reactivarla tras la secesión de aquellas repúblicas para evitar con
lzetbegovic que Bosnia y Macedonia corrieran igual suerte.
Fracasó en esto, pero demostró habilidad y capacidad de
compromiso para impedir ser arrastrado a la guerra.
Puso puente de plata a las tropas serbias que se retiraron
de Macedonia sin disparar un solo tiro. Desde entonces ha demostrado ser un
gran negociador, un hombre simpático y un virtuoso equilibrista entre los
ultranacionalistas albaneses que quieren arrebatarle un tercio de su territorio
y los macedonios radicales del VMRO. Ha sido el gestor de la frágil paz en
Macedonia. Quienes han querido matarlo lo saben. Porque si Gligorov sólo tenía
como prioridad impedir la guerra y abrir Macedonia al mundo, sus enemigos
buscan sin duda lo contrario.
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