Por HERMANN TERTSCH
El País Domingo,
08.10.95
TRIBUNA
Entre las primeras imágenes, que se aferran a la memoria
política de juventud de mi generación está la de Willy Brandt arrodillado en
1970 ante el monumento a las víctimas del levantamiento de Varsovia. Cuántos y
cuán viles fueron los insultos que cosechó el entonces canciller alemán por su
valor al prestar tributo de piedad a las víctimas y arrepentimiento por los
crímenes cometidos en el nombre de su pueblo. Entre las recientes está la
imagen de Arafat dando paso a Rabin en la Casa Blanca, posada suave y
cortésmente la mano del guerrillero palestino en la espalda del viejo militar
de Israel. También estos dos hombres son objeto de los ataques de quienes
confunden reconciliación con traición. Ambos son ejemplos del valor que exige a
los hombres renunciar a la fácil rutina del odio y demostrar la capacidad de
luto por unos caídos que no merecen ser la avanzadilla de más muerte. Aquí la
historia nos obsequia con la traducción ideal de lo que se
llamó Schuld und Sühne. No es crimen y castigo, es culpa y redención.
Es el valor del luto y la esperanza.
En la renuncia a la victoria por exterminio del adversario y
en la búsqueda de la convivencia tras el conflicto se muestra esa hombría de
bien -qué término tan antiguo- que impide que la derrota merme el honor del
vencido, persona al cabo, y por ende, del vencedor. Toda una filosofía de la
guerra y la paz reflejado de forma única en el cuadro de La rendición
de Breda. Había saqueos entonces, violaciones y quemas de ciudades y
aldeas, pogromos y crímenes sin par. Pero había hombres de autoridad que
intentaban impedir que el odio rompiera los últimos puentes que permiten que
los hombres se miren a los ojos. Que pedían perdón al vencido y sentían
vergüenza por las fechorías de sus mesnadas. El verdugo, consolado por el
ajusticiable. El vencedor, conmovido por la suerte del derrotado.
La compasión, la necesidad de compartir dolor ajeno, incluso
el de un gato apedreado, surge en la niñez. Se forma en una educación que es
el pulso de los mayores contra la brutalidad natural. El dolor solidario con
las víctimas no es sino el desarrollo de esa lenta formación de los mejores
materiales del alma. Y la generosidad para paliar la adversidad del adversario,
incluso la causada por culpa del sufriente, es parte de esa construcción
laboriosa y autodisciplinada que frena instintos de venganza y rencor. Nunca
concluye, todo lo más se acerca a lo que comúnmente llamaríamos un buen hombre.
Y por encima de todo ello, en este proceso ennoblecedor de
quienes siempre erramos y así crecemos, está el arrepentimiento y el perdón,
imposible el último sin el primero. En Alemania oriental, decía hace unos días
en Madrid Joachim Gauck, gestor de los millones de fichas de los espías y
policía política comunista, kilómetros de archivos almacenan infinidad de
historias de culpa y traición, de mezquindad y deshonor, con nombres y
apellidos.
La redención sólo tiene ese camino de tres fases, según
Gauck: reconocimiento expreso de la culpa propia, arrepentimiento incondicional
y perdón de aquellos que aún puedan otorgarlo porque viven y porque su
conciencia se lo dicta. Nadie puede perdonar en nombre de otros, nadie, ni
Violeta Friedman ni ningún superviviente de Auschwitz o el Gulag pueden
perdonar por quienes no sobrevivieron en aquellos escenarios del pecado
absoluto.
Quienes tuvimos la suerte de no vivir en situaciones en las
que la supervivencia era a veces fruto de indignidad o culpa, tenemos el deber
de mantener alerta esa piedad hacia el prójimo y la obligación de cultivar la
compasión para redimirnos. Y en la introspección, saber relativizar y rebajar a
su justo y ridículamente banal contexto los móviles que nos encanallan. Y que
nos hacen desear u organizar la liquidación física o moral del adversario, su
desgracia y fracaso. Sin el valor y la piedad, en la victoria y en la derrota,
corremos el peligro de olvidar el gesto de los protagonistas de esa parábola de
la grandeza humana que es La rendición de Breda. Y hablamos de
hombres, de política, del mundo y de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario