Por HERMANN TERTSCH / MIGUEL GONZÁLEZ
El País, Estambul,
20.11.99
CUMBRE DE LA OSCE EN ESTAMBUL
La cumbre de la Organización para la Seguridad y Cooperación
en Europa (OSCE) concluyó ayer sin el fracaso que muchos habían temido nada más
escuchar el jueves el virulento discurso del presidente ruso, Borís Yeltsin,
contra las injerencias en los "asuntos internos rusos", en referencia
a las críticas occidentales a la campaña militar en Chechenia. Pero ha
concluido con la convicción de que las relaciones entre Moscú y las democracias
occidentales en esta organización, de 54 miembros, no recuperarán en mucho
tiempo el carácter idílico que tenían cuando, hace diez años, se firmó la Carta
de París como gran documento histórico del final de la guerra fría.
Europa entra en el próximo milenio con antagonismos
políticos y culturales que se creían entonces, tras la caída del muro,
superados definitivamente. Estambul ha demostrado lo contrario, según coinciden
muchos observadores, mientras los líderes políticos multiplicaban ayer sus
intervenciones para limitar daños y minimizar las contradicciones surgidas. La
cumbre de la OSCE firmó por consenso, como es preceptivo, tres documentos que
crean al menos la impresión de que todos siguen considerando su base común en
la cooperación a la democracia, la necesidad de resolver los conflictos por vía
pacífica y el respeto a los derechos humanos. El documento final de la
conferencia, la Carta Europea de Seguridad y la actualización del Tratado sobre
Fuerzas Convencionales en Europa son la prueba, según los máximos
representantes de la OSCE, su presidente saliente, el ministro noruego Knut
Vollebaek a la cabeza, de que el proceso de cooperación, integración y
confianza continúa en Europa.
Pero, como no podía ser de otra forma, Chechenia ha dominado
toda la cumbre y ni Vollebaek ni su sucesor, Wolfgang Schüssel, de Austria, ni
su antecesor, Bronislaw Geremek, de Polonia, pudieron ayer mitigar la impresión
de que la cumbre había acabado de una forma frustrante para aquellos que creían
en el poder de la presión de la OSCE y sus miembros para acabar con una campaña
bélica que remueve las conciencias tanto como la habida en Kosovo hace apenas
un año.
Rusia dejó ayer mismo claro que no se sentía ni mucho menos
obligada por la letra impresa que la OSCE, y especialmente Occidente, han
intentado presentar como una cesión rusa. "No ha habido cesión rusa
alguna", declaró ayer el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Ígor Ivanov,
que recordó, frente a las interpretaciones de otros, que se mantiene "el
rechazo ruso a una mediación política" en Chechenia.
Ivanov reiteró que la solución final habrá de ser política,
pero que Rusia no está en absoluto dispuesta a la mediación política que la
OSCE ha ofrecido. Ayer continuaban los combates, y en Estrasburgo, la máxima
autoridad moral rusa que queda desde la muerte de Sajarov, Serguéi Kovaliov,
que en su día ya muy lejano fue encargado por Yeltsin de defender los derechos
humanos, habló en la ciudad belga de la violación sistemática de estos derechos
en Chechenia.
De ahí que las palabras de Vollabaek en la conferencia de
prensa de clausura de la cumbre sonaran ante todo a buenos deseos.
"Considero que cuando se me ha invitado al Cáucaso norte he sido invitado
[por los rusos] a Chechenia. Es cierto que no tenemos compromiso alguno por
parte rusa para la apertura de una oficina en Ingushetia (vecina y receptora de
la oleada de refugiados chechenos)".
Posiblemente por su condición de historiador, Geremek fue
más claro al enjuiciar que tan sólo pasaron 30 horas desde el virulento
discurso de Yeltsin hasta la firma de una declaración en la que se vuelcan
todos los conceptos humanistas, de cooperación y compromiso en la evolución de
los principios de la OSCE en todos los países integrados en ella.
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