Por HERMANN TERTSCH
El País Jueves,
18.05.2000
TRIBUNA
El presidente norteamericano Bill Clinton ha querido
comenzar su despedida de la prensa y del público en este tramo final de su
segundo y último mandato con un vídeo en el que se ríe de sí mismo. Han
colaborado en la producción su mujer Hillary, el vicepresidente Al Gore, el
jefe del Estado Mayor del Ejército y otros muchos. Le agradecemos este gesto
que demuestra buen humor, siempre prueba de buen carácter, y comprendemos que
no haya optado por despedidas más solemnes. Suelen ser una lata y en su caso
además habrían sido un tanto forzadas. Pero en este tramo final de la
presidencia de Bill Clinton están sucediendo algunas cosas en Washington que no
tienen ninguna gracia, especialmente para los europeos. El Senado
norteamericano parece obcecado en demostrar que desprecia tanto a sus aliados
europeos como al aún jefe de la Casa Blanca. Y de un tiempo a esta parte no
pasan unas semanas sin que organicen alguna gracia para agriarnos el humor a
los europeos y, lo que es más grave, para dinamitar la cohesión de la defensa
occidental transatlántica. Sólo así se puede entender la propuesta recién
presentada de imponer al Ejecutivo una retirada unilateral de las tropas
norteamericanas de Kosovo para julio del año próximo.
Hace unos meses, el Senado rechazaba la ratificación del
Tratado Start II en una medida que, aunque probablemente dirigida sobre todo a
humillar a su odiado Clinton, era una bofetada también para los europeos.
Después se han dedicado con un celo digno de mejor causa a proclamar la de
repente tan imperiosa necesidad de revisar o liquidar el acuerdo sobre sistemas
antimisiles (ADM). Cierto es que la proliferación nuclear va a llevar, antes o
después y a todos aquellos que puedan permitírselo, a buscar sistemas capaces
de interceptar misiles enemigos con cabezas nucleares, químicas o biológicas.
Pero una vez más, con su actitud, esos lobbistas
introspectos o definitivamente autistas que forman la mayoría republicana en el
Senado se revelan como auténticos saboteadores de la Alianza Atlántica, dan la
iniciativa en el terreno del desarme a un Kremlin dirigido por un personaje tan
poco recomendable como Vladímir Putin y permiten a éste presentarse como el
defensor de los intereses de los europeos y especialmente de las potencias
nucleares británica y francesa. Ya tenemos a Londres y a París por supuesto,
pero también a Berlín y a Javier Solana clamando en contra de una medida a la
larga inevitable, pero hoy una carga de profundidad en la solidaridad
transatlántica, porque desvincula la defensa europea de la norteamericana.
Ahora, en un momento clave para emprender la normalización y
estabilización general de los Balcanes, cuando el presidente Slobodan Milosevic
vuelve a estar bajo seria presión de la oposición y su régimen político mafioso
muestra signos claros de descomposición, anuncian la iniciativa de dejar solos
a sus aliados en la ingente labor por mantener el orden y, que nadie lo olvide,
evitar otra guerra en los Balcanes. Si se van los norteamericanos es muy
probable que la huida hacia adelante, hacia el conflicto por parte del régimen
herido de muerte de Belgrado se multipliquen. Y los países de la región que se
arriesgaron y sufrieron durante la intervención se sentirán como los
checoslovacos en 1938, abandonados ante Hitler, y los polacos en 1946,
abandonados ante Stalin. Pese a todos sus éxitos, Clinton, lo intuye él, no
pasará a la Historia como un presidente de carácter ni especialmente serio.
Pero aparte de sus bromas en vídeo le queda aún algo muy serio por hacer. Es
intentar por todos los medios el evitar las bromas de mal gusto de un Senado
que pone en peligro el bien común internacional que es la cohesión
transatlántica, garante de la seguridad y la paz de las democracias
occidentales durante cuatro generaciones. Con veto o -no estaría mal- dándoles
a entender que tampoco EEUU podrá contar nunca con una seguridad plena al
margen del resto del mundo. Pero pensar que este Senado es capaz de entender
este axioma del sentido común parece ser, por desgracia, otra mala broma.
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