Por HERMANN TERTSCH
El País, Budapest,
04.11.99
10 AÑOS SIN MURO
Ha sido en mucho el primero Gyula Horn. Fue el primero en
decidir abrir la frontera occidental de Hungría, romper así el telón de acero y
hacer así inútil el Muro de Berlín, que caería poco después. Por ello le rinde
homenaje el Reichstag de Berlín con una placa en una de sus entradas, en la que
le da las gracias "el pueblo alemán". Fue también el primer comunista
-el primer excomunista cabe decir porque no se puede desde la honestidad
intelectual de Horn profesar ideologías muertas- que recibió el Premio
Carlomagno. Fue primer ministro desde 1994 hasta 1998, aplicó unas reformas
económicas muy duras que posiblemente nadie sino él podría haber impuesto y
sufrió las consecuencias al perder las elecciones. Hoy está en la oposición y,
aunque no ostenta cargo alguno, confiesa que si en 1998 pensaba retirarse de la
política nacional húngara, lo ha pensado dos veces. Ayer recibió a EL PAÍS en
su despacho junto al Parlamento y habló de entonces, de 1989, y de ahora. Ha
hecho historia, es consciente. Pero es evidente que prefiere hablar del
presente y del futuro, que le preocupa.
"Aquel 10 de septiembre de 1989, no sabíamos con
exactitud la repercusión que aquello tendría. Pero lo hicimos porque sabíamos
que era una situación en la que ya no eran aplicables los consabidos métodos
antiguos. Dice el mundo que aquel día nosotros derribamos el Muro. Bueno,
nosotros no lo vamos a desmentir". Pero recuerda que los pasos previos
habían sido muchos. "Habíamos establecido relaciones con el Consejo de
Europa, entablado relaciones con Corea del Sur, lo que sí era entonces un grave
desafío, y yo en 1988 me presenté a la Asamblea Atlántica en Hamburgo. Todo era
un proceso, pero, desde luego, sí creo que Hungría tomó entonces unas
iniciativas fuertes. No podíamos saber que llevaría a la reunificación alemana,
pero me alegro de ello".
Manipular el pasado
Pero Horn está preocupado con lo que sucede hoy en Hungría y
lo que califica de "amenaza para el consenso político" por parte del
Gobierno de la derecha, y especialmente del partido Fidesz, del primer
ministro, Víktor Orban. "Están manipulando el pasado para tapar sus
deficiencias y esto es muy peligroso. No hay en Europa ningún Gobierno que crea
que deba capitalizar la generación de odio para sus fines políticos inmediatos.
Por desgracia, esto parece ser ahora el caso en Hungría". Según Horn,
"en esta división que quieren crear sólo puede perder el pueblo".
"Por eso es gravísimo esa llamada a mantener las barricadas de 1956 que
hacen miembros del Gobierno y que intentan estigmatizar a la oposición. Somos
un país muy pequeño y tenemos que estar unidos, si no, este país puede volver a
la periferia".
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