Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
26.11.99
TRIBUNA
Alemania vuelve a ser un sitio interesante en el que la
necesidad genera ideas. De aquel país salieron siempre mensajes,
esperanzadores, aterradores, hacia el resto de los países europeos. Después del
trauma del nazismo, aquella fuente del pensamiento político se cegó, por culpas
paralizantes o tutelas exteriores. En la posguerra sólo han tenido grandes
ideas, y voluntad de luchar por ellas, dos líderes muy diferentes como eran Ludwig
Erhardt y Willy Brandt, uno con su concepto económico y el otro con su visión
política global europea a la que tanto debemos todos. Sin Erhardt no habríamos
tenido esa consolidación económica de quien se podía haber convertido en pozo
desestabilizador. Sin Brandt no habríamos tenido una ostpolitik que es el
detonante de un proceso que acabó derribando el muro. Antes de la guerra,
Alemania había tenido muchas ideas. Pero es mejor olvidarlas y los alemanes lo
han hecho. Ahora volvemos a ver, tras el escenario plano del último decenio,
movimiento. Y no sólo de estrategias, sino de conceptos. Las nuevas ideas que
surgen van a ser capitales para todo el concepto de nueva democracia que los
europeos estamos diseñando, en gran parte sin saberlo. En Francia, Jospin y la
evolución económica del último año han demostrado que, sin adoraciones al
becerro de oro del beneficio accionarial y sin desprecio a la aceptación de la
responsabilidad social del poder político electo y también de las empresas, se
puede crecer y muy bien, generar riqueza sin ahondar en la fractura social,
hacer atractiva la inversión sin regalar o secuestrar las propiedades estatales
rentables. Y ahora, en Alemania, el maltratado Gobierno de Gerhard Schröder
puede acabar siendo una suerte para todo el continente y para sí mismo.
"First pain, then gain", primero el dolor para después tener un
beneficio, era y es la única estrategia posible para romper un anquilosamiento
legislativo, económico y finalmente político, que la mentalidad alemana protege
como pocas. Ahora comienza a imponerse en todos los segmentos de la sociedad
alemana la certeza de que los cambios no son sólo deseables, sino inevitables,
y que es el poder político el que tiene que dirigirlos. Los empresarios y los
banqueros cuestionan, sin proclamarlo, por supuesto, la infalibilidad del dios
del mercado. Los políticos y ante todo el Gobierno asumen la defensa de unos
intereses legítimos, nacionales, municipales, sindicales y de partido, y pueden
defenderlos sin complejos en las instancias que deseen. Por ejemplo, el
Gobierno alemán no ha anunciado ninguna medida propia contra la OPA hostil de
Vodafone contra Mannesmann. Pero tiene el perfecto derecho, y el deber por su
compromiso electoral ante sus votantes, de proclamar su profunda insatisfacción.
Después decidirán los accionistas lo que hacen con su dinero. Otro caso claro
es la intervención del Gobierno de Schröder para buscar una solución a la
crisis de la constructora Holzmann.
Pero hay datos que sugieren que no toda la vida económica y
social en Europa tiene que convertirse en su safari. Vodafone tiene casi tres
veces más beneficios que Mannesmann, siempre a repartir entre los accionistas.
Pero Mannesmann emplea a 128.000 personas y Vodafone a 27.000. Es decir, una
empresa altamente beneficiaria como Mannesmann, con muchas posibilidades de ser
líder en la telefonía europea, reparte menos a los accionistas pero vierte
muchísimo más, casi cinco veces más cabe decir, en el tejido social y en la
economía de los hogares alemanes. Quienes se indignan ante el nuevo
intervencionismo deberían plantearse si no están defendiendo ahora una sociedad
en la que los únicos poderes decisorios, y por tanto los únicos individuos con
poder político real, son los accionistas y los ejecutivos de las grandes
empresas multinacionales. La democracia, sin embargo, exige que los individuos
libres, independientemente de su afición o capacidad de inversión en Bolsa,
tengan un voto del mismo peso. En definitiva, si las multinacionales quieren
decidir la política en detrimento de ciertos sectores sociales muy amplios,
deberían utilizar todos sus inmensos recursos para hacer una buena campaña y
presentarse a las elecciones.
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