Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
27.11.99
ENTREVISTA
Hace unos lustros cruzaba el umbral de las cárceles polacas
con gran asiduidad nada voluntaria; hoy es el director de Gazeta Wyborcza, el
periódico de más éxito de toda Europa central y oriental. Vende más de 500.000
ejemplares diarios y un millón los domingos de una publicación rebosante de
publicidad y con una información de sólida calidad y profesionalidad. No ha
querido ser accionista de ese suculentísimo negocio que es hoy Gazeta Wyborcza.
Adam Michnik, que recibió el jueves de manos del príncipe de Asturias el Premio
Cuco Cerecedo que otorga la Asociación de Periodistas Europeos, es el alma de
este periódico que ya es símbolo de la democracia polaca. Otros disidentes
perseguidos como él por los regímenes comunistas son hoy jefes de Estado como
su amigo Vaclav Havel, políticos o empresarios de éxito. Con los compromisos
que para algunos se derivan de ello. Michnik sólo tiene compromisos con la
palabra y la dignidad humana. Ha sido siempre un admirador de la transición
española hacia la democracia y defensor de hacer de ella el modelo en Europa
central y oriental. En Polonia se impuso su tesis, pese a los esfuerzos en
sentido contrario por parte de algunos antiguos amigos políticos suyos. Él,
nunca sometido a corrección política alguna, nunca condicionado en sus ideas e
ideales por nada que no sea un cuasi sagrado respeto por los derechos del
individuo y la compasión con la víctima del abuso o la injusticia, es el gran
hombre libre de la nueva Europa oriental democrática.
Pregunta. Su periódico comenzó como una gacetilla electoral
de la agrupación electoral Solidaridad en 1989, con técnicas casi de
"samisdat", la prensa clandestina bajo los comunistas. Hoy es un
auténtico crucero, el diario más vendido, rentable y completo del Este. ¿Cómo
ha sido esta aventura que ahora ha cumplido 10 años?
Respuesta. La transformación de Gazeta Wyborcza es muy
significativa en la medida en que refleja los profundos cambios de la realidad
de nuestra sociedad, con todos sus matices y su pluralidad. Y nos hemos
esforzado por garantizar que en el diario se reflejen también todas las
opciones posibles en una sociedad democrática. En este sentido Gazeta es un
elemento típico de la transformación.
Pero en otro sentido también somos atípicos porque los que
hacemos el periódico seguimos siendo aquellos que éramos cuando el diario no
existía. Creo que seguimos siendo quijotes en la defensa de la libertad y la democracia.
Porque creemos que nuestro periódico es y debe ser mucho más que un negocio.
Debe ser un lugar común en el que diariamente crezca la democracia. Por eso me
parece una maravillosa tarea. Ya llevo 10 años haciéndolo y por supuesto que
muchas veces pienso que me gustaría tener tiempo para escribir más yo, pero es
muy importante poder hacer esta institución tan importante de la democracia.
P. Usted fue uno de los más osados en su continua crítica y
denuncia de los abusos de la dictadura y del sistema comunista. Sin embargo,
muchos de los que entonces no osaban levantar la voz hoy son anticomunistas
furibundos y usted critica sentencias como la reciente al dirigente
germanooriental Egon Krenz.
R. Por supuesto, discrepo con la sentencia contra Egon Krenz.
Me parece un absurdo que el mismo día que le dan en Berlín una medalla y
homenajes continuos a Mijail Gorbachov, a Krenz lo condenen a la cárcel. Por
supuesto que hay que mirar al pasado, hay que tenerlo permanentemente vigilado
y extraer del mismo consecuencias para nuestra conducta en el presente. Y
también es cierto que siempre hay que concentrarse en la defensa de las
víctimas frente a los criminales. Pero esto no significa imponer leyes de
vencedores sobre vencidos.
La actitud ante el genocidio debe ser clara y rotunda. Yo
fui partidario de la intervención en Kosovo precisamente para frenar el
genocidio que había puesto en marcha Milosevic. Pero esto es muy distinto a la
actitud que revela el hecho de condenar a Krenz 10 años después de caer el muro.
Me parece una falta de magnanimidad y grandeza. A Krenz y a gente como él le
tienen que juzgar la prensa; y ante todo, los electores, pero no los jueces.
Sin esa necesaria magnanimidad, sin esa voluntad política de reconciliación,
hoy tanto Mandela como DeClerk tendrían que estar en prisión. También me he
manifestado en contra de los intentos de traer al dictador chileno Pinochet a
juicio aquí. La reconciliación requiere esfuerzos de todos.
Respecto al fervor anticomunista de algunos, 10 años después
de desaparecer el comunismo en sus países, a mí me parece bien descrita con la
imagen de ese hombre que se esconde detrás de un coche a orinar, el coche se va
y el hombre se queda con el pito al aire. Perfectamente ridículo. Y tiene
razón: los más serviles entonces son los que más gritan ahora.
P. Diez años después de recuperada la libertad de Europa
Central gracias también a Moscú, allí corren otros vientos. La crisis chechena
se agudiza y la escalada bélica es alarmante. ¿No está surgiendo aquí un cierto
bonapartismo ruso que nos plantea serias interrogantes?
R. Es cierto, la situación es muy preocupante y lo grave es
que no existe solución buena para Chechenia. Quizás la menos mala fuera una
solución de la suerte de la aplicada en Timor, con una fórmula negociada. Rusia
tendrá en algún momento que retornar a la política para resolver este
conflicto.
Pero también es cierto que, aparte por supuesto de la suerte
de las víctimas en Chechenia, también -y que nadie lo olvide-, los muchos rusos
secuestrados y asesinados por terroristas y bandas criminales de chechenos en
los últimos años o las víctimas causadas por Basaiiev en Daguestán, la crisis
chechena es una crisis rusa. Los generales rusos están demostrando en Chechenia
que se arrogan una autonomía alarmante respecto al poder civil y político. No
son tiempos fáciles para Rusia.
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