Por HERMANN TERTSCH
El País Domingo,
17.09.2000
TRIBUNA: EL SUEÑO DE UN ESCULTOR MÍTICO
Decía ayer Rolf Becker, el editor bávaro que ha convertido
en culto su admiración por Eduardo Chillida -"mi amigo para siempre desde
hace cuarenta años"-, que el escultor vasco "es el símbolo de la
cultura más profunda". Desde las raíces y tradiciones a la universalidad y
la curiosidad impenitente por descubrir todos los rincones de las formas, los
materiales y las gravitaciones, Chillida emociona en Alemania más quizás que en
cualquier otro país del mundo. Por eso, Rolf Becker ha hecho un homenaje a
Chillida, pero también a la nueva República unificada de Alemania, al comprar
él, personalmente, la obra Berlín para que honre el recinto de la
cancillería en la nueva capital. Berlín va a ser la gran ciudad de la
modernidad de la nueva Europa, y Chillida, este vasco universal, de aquí, de
Donosti y Zabalaga, pero de todos los rincones del mundo en los que el ser
humano siente la emoción del espacio y el tiempo, de los materiales que hacen
la vida y su entorno, tenía que estar presente allí. Lo estará como nadie, en
el lugar de máximo honor. Zabalaga es un prodigio de belleza y además el
monumento que la gran familia Chillida, en un esfuerzo propio, sin ayuda
alguna, ha forjado en homenaje al hombre que, durante toda una vida pletórica
de fuerza creadora, integridad y resolución ética, ha sido su núcleo y
referencia.
Vasco generoso
Chillida tiene ese carácter vasco generoso, valiente en su
proyecto y seguro siempre de la nobleza de sus objetivos, que ha estado
presente en tantas grandes gestas de la humanidad, y que tanto necesitamos
recordar cuando las camadas negras de la tribu intentan sembrar el odio y el
sectarismo, la violencia y la maldad más mezquina en nombre de este pueblo. La
cultura con su grandeza y dignidad se enfrentaba ayer a la tribu. Los ojos
claros de la emoción estética hacían ayer en Zabalaga extrañamente irreales las
pesadillas de un entorno de mirada torva y tribal que busca enemigos para ser
sí mismo. Quisieron ayer algunos reventar el gran homenaje que, encabezado por
el Rey Juan Carlos I, la familia de Chillida había organizado en honor de uno
de los grandes artistas de nuestro siglo que tiene ya su magnífica obra
culminada.
Eduardo Chillida, como otros vascos que han amado y aman su
tierra, el mundo y sus misterios, que quieren al ser humano y exploran hasta
sus más recónditas riquezas, ha hecho una aportación a la cultura universal que
ningún canalla podrá jamás no ya arrebatarle, ni siquiera poner en duda. Cuando
todos esos que viven de destruir y matar sean polvo despreciable, Zabalaga
seguirá siendo el grandioso testimonio de la fascinante obra de un vasco
irrepetible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario