Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
19.09.2000
TRIBUNA: LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO
Están molestos los sumos sacerdotes del Pacto de Estella por
ciertos acontecimientos de los últimos días. Tienen motivos. Se han movido
muchas fichas sobre el tablero vasco desde que José Ramón Recalde hizo la
suprema demostración de su inmensa fortuna, tan merecida, reflejada siempre en
su mujer María Teresa y sus hijos, en sus amigos y su vida de bien, y hoy
simbolizada en esa prótesis dental de titanio que en su día calificó de
dispendio y gracias a la cual sigue con nosotros. Recalde parece habernos
transmitido a los demócratas su suerte y su voluntad de lucha por la libertad y
la dignidad en Euskadi. Gran parte de la dirección política de ETA en el
interior aún se estaba acomodando en sus celdas por orden del juez Baltasar
Garzón cuando comenzaba en Francia la operación más brillante y efectiva contra
la cúpula militar de la banda asesina en muchos años. Las policías francesa y
española han detenido ya a varios de los personajes verdaderamente
imprescindibles en la empresa criminal, a esos que no son tan fácilmente
sustituibles como los pistoleros de nueva generación que han pasado en los
últimos años de las escuelas de la intoxicación y la guerrilla urbana a los
comandos. ¡Cómo se les nota la irritación por los éxitos policiales a quienes
basan toda su estrategia política en la supuesta imbatibilidad de los asesinos
y aseguran que la única forma de evitar más muertes es asumir los objetivos de
los asesinos! Los últimos hechos son un terrible revés para los predicadores de
la resignación. Pero no son sólo las detenciones las que comienzan a mostrarles
hasta a los más obtusos en el nacionalismo democrático que el camino impuesto
por sus líderes hace más de dos años, que ya los ha llevado a la catástrofe
moral y a la humillación ante los asesinos, pronto puede acarrearles la
inanidad política.
Los Reyes de España inauguraron en Hernani el maravilloso
museo de Chillida acompañados por el presidente del Gobierno español, José
María Aznar y el canciller alemán Gerhard Schröder. Xabier Arzalluz había
augurado -¿o deseado?- "cirios importantes". Nada de cirios. Apenas
doscientos miembros de la secta de la kale borroka se declararon algo
molestos. Y alguno colocó unos lanzagranadas que la policía encontró y además
no habrían funcionado. Eso fue todo. Pero mayor escarnio para algunos fue la
victoria del civismo sobre los violentos que se había producido un día antes en
la calle de San Martín, de Donostia, y las reacciones ante la misma.
Muy revelador el consejero del Interior del Gobierno vasco,
Javier Balza, al explicar por qué tuvo a la Ertzaintza el viernes en San
Sebastián más de cuatro horas intentando disolver la concentración de
demócratas. Ésta se negaba a dar paso a una manifestación de EH que, un día
después del atentado contra Recalde, quería mostrar su control sobre la calle
al grito de "Gora ETA militarra" y "ETA mátalos". Balza
está enfadado con los demócratas porque no dejaron pasar a los cachorros de los
asesinos que, según él, tenían la legalidad de su parte pese al mensaje. ¡Que
intolerablemente obstinados esos cientos de ciudadanos que decidieron que el
"Basta ya" no es un lema para pésames y minutos de silencio sino
expresión de una firme decisión de coraje cívico para reconquistar la calle que
los violentos han ido tomando en años de miedo, confusión, impunidad de los
agresores y dejación de sus deberes por parte de las instituciones!
El viernes, los demócratas ganaron el pulso a los violentos
en la calle, por primera vez en mucho tiempo. Pese a Balza. Es un magnífico
precedente. Los ciudadanos impusieron la disolución de la banda de apologetas
del crimen. La Erztaintza, como muchos de sus miembros comentaban allí,
llevaban horas deseando hacerlo. Sus mandos no les dejaban. Hasta que
comprendieron que ni la estrategia del agotamiento ni del engaño harían
flaquear la decisión de los demócratas. El próximo sábado está convocada una
manifestación que debería marcar la continuidad de lo sucedido el viernes.
Podría cerrar una gran semana donostiarra. Y ser un gran paso para recuperar el
futuro para los ciudadanos libres. Ha de ser el punto de inflexión que no llegó
a ser la reacción a la muerte de Miguel Ángel Blanco debido precisamente a la traición
a la sociedad civil que impusieron Xabier Arzalluz y Egibar en el PNV y que
tiene su perfecto reflejo en la referida actitud de Balza. Los organizadores
han convocado no sólo a los donostiarras y vascos en general sino a todos los
españoles que quieran arropar con su presencia a unos ciudadanos que han vivido
acosados y desamparados tanto tiempo. Es el día de demostrar con hechos la
solidaridad y el compromiso con el marco de libertad de nuestra Constitución y
el Estatuto. Es un día que bien vale el esfuerzo de un viaje a San Sebastián
para cualquier demócrata.
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