Por HERMANN TERTSCH
El País Viernes,
02.06.2000
TRIBUNA
Las piezas van cuadrando y todos deberían entenderlo. El
mensaje del miércoles es más claro que otros anteriores. Goran Zugic moría a la
puerta de su casa en Podgorica, capital de Montenegro, abatido a tiros. Un
destino no infrecuente en los Balcanes. Pero la muerte de Zugic es algo más que
la continuación del goteo de muertes violentas que se producen en el seno de
esa sociedad descompuesta y postrada ante el crimen político-mafioso que es
trágico producto de una década de poder de Slobodan Milosevic. Zugic era el
principal asesor en materia de seguridad del presidente montenegrino Milo
Djukanovic. Y el Gobierno de Podgorica es hoy la principal oposición al régimen
de Belgrado. Especialmente ahora que los principales líderes de la oposición en
Serbia han vuelto a demostrar su irresponsabilidad e incapacidad para encauzar
unidos el inmenso descontento de la población. Tiempo habrá para que la
sociedad serbia condene y desprecie a líderes políticos como Vuk Draskovic o
Zoran Djindjic, cuya egolatría y ambición son y han sido bazas capitales para
la supervivencia del régimen de Milosevic.
Nadie sabe quién mató a Zugic, pero permítasenos
sospechar. Diversos hechos demuestran que en Belgrado se considera llegado el
momento para iniciativas que nada bueno auguran. Hace unos días, el ejército
yugoslavo realizó unas maniobras "antiterroristas" en el aeropuerto
de Podgorica. Éste ha sido escenario en el pasado de peligrosos conflictos
entre la policía montenegrina, leal a Djukanovic, y el ejército de Milosevic.
Precisamente había sido Zugic el principal impulsor y organizador de las
milicias y fuerzas policiales de Montenegro que se ha desmarcado de la mafia
política de Belgrado y propugna una política prooccidental. Ante dichas
"maniobras", el ejército advirtió que utilizaría todos los medios
para hacer frente a un ataque o provocación.
Un anuncio notoriamente innecesario pero no precisamente
gratuito. Porque el ejército yugoslavo ha demostrado a lo largo de la pasada
década que es especialista en provocarse a sí mismo. Después de aplastar a la
prensa independiente en Serbia y de quebrar de nuevo la unidad de la oposición,
tiene lógica que Milosevic quiera acabar con el único poder que hoy le supone
una amenaza real. El tiempo apremia. El 11 de junio se celebran elecciones
municipales en Podgorica. Serán un pulso entre la política prooccidental de
Djukanovic y la caverna montenegrina de Milosevic. Una victoria de Djukanovic
daría serios argumentos a éste para convocar el referéndum sobre la
independencia. Así comenzaron todas las guerras balcánicas desde junio de 1991.
Puede incluso que Milosevic quiera adelantarla. La muerte de Zugic podría ser
el toque de corneta.
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