Por HERMANN TERTSCH
El País, El
Escorial, 29.07.2000
El diálogo entre los candidatos al ingreso en la Unión
Europea y los 15 miembros de la misma parece hoy día dominado por unos
malentendidos que además nadie desea realmente despejar. Como en otros foros
similares y en el discurso comunitario en general de los últimos meses, esta
impresión se impuso también en el seminario sobre La ampliación de la UE: sus
retos y desafíos, que, organizado por la Representación de la Comisión Europea
en España y por la Fundación Universidad Complutense, se clausuró ayer en El
Escorial.
Unos y otros insisten en que las negociaciones técnicas
avanzan con normalidad, pero cuando se habla de perspectivas concretas queda en
evidencia que cada cual entiende en términos generales lo que más le conviene
entender. El comisario europeo para Asuntos Económicos y Monetarios, Pedro
Solbes, que inauguró el curso el lunes, habló por ejemplo de resolver la
cuestión pendiente de la ampliación "en esta década" y el
vicepresidente del Parlamento Europeo, Joan Colom, dejó claro en la clausura
que no ve perspectivas realistas de ingreso de candidatos antes del año 2007.
Ante estas cifras manejadas por representantes del país anfitrión de la
conferencia, se antojaban perfectamente ilusorias las fechas de 2002 para
terminar toda la negociación con el consiguiente ingreso tan solo un año más
tarde que barajaba Andris Kesteris, jefe del grupo negociador con la UE de
Letonia, uno de los candidatos que ni siquiera está incluido en la primera
tanda. Los grandes avances objetivos en los terrenos político, económico y
legislativo de Letonia pero también de otros países pequeños no justifican en
absoluto este optimismo.
En general, todos los participantes mostraron su interés,
cuando no obsesión, por conseguir que la Conferencia Intergubernamental no
acabe como un escuálido compromiso de mínimos. Pero las soluciones para las
grandes cuestiones que se afrontarán en Niza: estructura de la comisión tras la
ampliación, unanimidad o mayorías en cuáles y qué asuntos, así como la
correlación de fuerzas y competencias entre Consejo y Comisión parecen seguir
tan lejanas como el día en que se planteó la ampliación como decisión política.
Los candidatos piden insistentemente plazos, conscientes
muchos de ellos que el humor social europeísta en sus sociedades se ha
debilitado en los últimos años. Muchos ven en la crisis política polaca un
primer indicio de lo que podría sucederles a sus Gobiernos con sus electorados
si no son capaces de defender las reformas necesarias con un calendario
acordado.
"Necesitamos información sobre la fecha de adhesión,
sobre el tiempo que tenemos", decía el secretario de Estado para la
Integración en la Unión Europea de Rumanía, uno de los países más lejanos al
ingreso de todos los candidatos.
También el embajador checo ante la UE, Libor Secka, insistió
en la "necesidad de fechas indicativas" y se quejaba de que "las
pedimos y no nos las dan".
Pero, como viene sucediendo desde hace tiempo, cuando oyen
fechas como las expresadas por Pedro Solbes o por Colom, ningún representante
de los candidatos se las quiere tomar en serio.
En todo caso, en El Escorial quedó de nuevo meridianamente
claro que la Unión Europea no está dispuesta a acelerar el proceso de adhesión
por razones políticas, y que no permitirá por ello un acceso a la carta como
piden algunos candidatos.
Los Gobiernos candidatos no sólo habrán de imponer las
reformas y el acervo comunitario a poblaciones cada vez más reticentes y
desencantadas, sino que habrán de tener paciencia, en algunos casos extrema.
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