Por HERMANN TERTSCH / MIGUEL GONZÁLEZ
El País, Estambul,
19.11.99
LA CUMBRE DE ESTAMBUL
La Cumbre de la Organización para la Seguridad y Cooperación
en Europa (OSCE) se abrió ayer en Estambul con una clara demostración de que
las relaciones de Occidente con Moscú están en su peor momento desde el final
de la guerra fría. Pero después de que el presidente Borís Yeltsin dijera que
la solución a la guerra de Chechenia pasa por el "exterminio de los terroristas"
y volviera precipitadamente a Moscú, la delegación rusa pactó ciertas
concesiones: hoy invitará al presidente de la OSCE y a una delegación de la
misma a visitar Chechenia.
Todo indica que Moscú ha otorgado menos de lo que los países
occidentales pretendían. Exigían una condena y la paralización de la campaña
militar en el Cáucaso. Rusia se aviene a apoyar todos los principios de la
OSCE, lo que siempre ha hecho sobre el papel, invita al presidente de turno de
la OSCE y a una delegación de la misma a visitar Chechenia, lo que habían
impedido sus militares hace apenas unos días, y asegura estar a favor de una
"solución política" a la guerra tan sólo horas después de que un
enérgico Yeltsin rechazara toda injerencia exterior en sus asuntos y dijera que
su Ejército hará todo lo necesario para "liquidar a los terroristas"
chechenos. Las delegaciones occidentales multiplicaban ayer sus esfuerzos por
presentar el acuerdo final como un éxito de sus respectivas diplomacias. Otras
fuentes en Estambul, especialmente en las ONG, eran mucho más escépticas, y
consideran que lo conseguido no es nada, sólo palabras.
El fantasma de Jruschov
La ofensiva del Ejército ruso en Chechenia auguraba desde un
principio serias dificultades en esta cumbre de jefes de Estado y Gobierno de
los 54 países que hoy son miembros de la OSCE. Desde la intervención de la OTAN
en Kosovo, las relaciones de Moscú con Occidente se han deteriorado
rápidamente. Pero la mañana de ayer sorprendió ayer hasta a los más
pesimistas. El presidente ruso pronunció un discurso que evocaba la célebre
retórica de Nikita Jruschov en la Asamblea General de Naciones Unidas en plena
guerra fría. Poco después, el presidente ruso anunciaba su regreso a Moscú sin
esperar a la segunda jornada de la cumbre; el ministro de Exteriores ruso, Ígor
Ivanov, quedó como jefe de la delegación.
Fuentes próximas a Yeltsin explicaron que "los médicos
habían recomendado que [el líder del Kremlin] no pasara más de una noche fuera
de Moscú". Pero otras fuentes expresaron su convencimiento de que Yeltsin,
cuya presencia en Estambul sólo fue confirmada en la víspera del encuentro,
quiso mostrar su rechazo al hecho de que fuera pospuesta a hoy la firma de la
Carta de Seguridad Europea.
La actualización del Tratado de Viena sobre Limitación de
Armamento Convencional y la Carta de Viena sobre creación de medidas de
confianza son los otros dos documentos que la cumbre debe ratificar. El tratado
jurídicamente vinculante para la limitación de armas convencionales supondría
la única noticia positiva y concreta, más allá de las buenas palabras sobre la
solución al problema de Chechenia.
Compromete a las Fuerzas Armadas rusas a acabar con las
violaciones que cometen actualmente en el Cáucaso respecto a los techos de
armamento y tropas. Además, parecía haber avances en la fijación de un
calendario para que Rusia retire a sus tropas de unos países independientes,
los Estados exsoviéticos Moldavia y Georgia, muy preocupados por la política de
Moscú y por el constante retraso en esta salida de las viejas bases militares
soviéticas en su territorio.
La causa de la inesperada demora del acto de firma debe
achacarse a las negociaciones de última hora para elaborar una declaración
conjunta de la Cumbre de Estambul que, inevitablemente, tenía que incluir a Chechenia
como protagonista involuntaria.
Credibilidad en juego
Son muchos los Estados que habían acudido a Estambul
firmemente convencidos de que una firma testimonial de una Carta sobre
seguridad, defensa de la democracia y los derechos humanos no haría sino minar
la credibilidad de la OSCE en unos momentos en que es más necesaria que nunca.
Por eso exigían que Rusia hiciera ciertas concesiones en la crisis de
Chechenia, en general muy modestas, como el permiso de apertura de una oficina
de la OSCE en la vecina Ingushetia para coordinar la ayuda humanitaria en esta
provincia rusa, y el permiso hasta ahora denegado por Moscú (por presión de los
militares) para que una misión oficial de la OSCE viajase a Chechenia para
mediar entre Moscú y Grozni. Nada indicaba en la mañana de ayer que Moscú fuera
a ceder. El tono general de la delegación rusa, como las iniciativas previas
rusas, al probar dos misiles balísticos el día antes de la conferencia e
intensificar masivamente sus bombardeos y ataques en Chechenia, eran de
inflexibilidad.
Clinton se había dirigido directamente a Yeltsin en su
discurso para recordarle que, si después del intento golpista en Moscú hubiera
sido encarcelado, él y todos los participantes habrían condenado a los
carceleros del líder ruso y no habrían considerado eso jamás una injerencia
extranjera. De su entrevista bilateral posterior, Clinton sólo pudo decir que
tiene "una buena química personal" con el presidente ruso pero que
las diferencias no habían mermado en absoluto.
Pero los desplantes de Yeltsin fueron varios. Su encuentro
con el presidente de la república de Francia, Jacques Chirac y el canciller
federal alemán, Gerhard Schröder, apenas había durado seis minutos cuando
Yeltsin la dio por concluida. El presidente estadounidense ya había dado a
entender que Yeltsin no había estado muy receptivo a los "consejos de los
amigos de Rusia".
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